DUELO A LA MUERTE
POR SUICIDIO
»Me resulta imposible imaginar que ya nunca estaré sentado contigo, ni oiré tu risa, que todos los días por el resto de mi vida estarás ausente.”
Carrington
Desde los primeros minutos tras recibir la noticia de la muerte por suicidio, gestionamos psicológicamente dos hechos terriblemente devastadores a la vez: la noticia inesperada de la muerte y el porqué de esa muerte. Una experiencia emocionalmente desbordante y traumática para cualquier persona.
Es doloroso hacer frente a cualquier muerte, pero en la situación de un suicidio se añade la angustia de querer saber o entender qué es lo que la ha forzado. Esto añade un matiz diferente al duelo por suicidio en relación al resto de duelos. El duelo es un proceso, no una enfermedad.
Con la elaboración del proceso de duelo, la persona que murió puede llegar a ser parte de nuestra vida de una nueva manera. Cuando se ha podido hacer esta elaboración, la mayoría de la gente empieza a reconocer que se siente, lentamente, con más energía y cierta esperanza.
Hablar de sus recuerdos, poco a poco, no nos será tan doloroso, a pesar de que este dolor no desaparece nunca del todo, se aprende a convivir con él. Sin embargo, existe un sentimiento común entre las personas supervivientes, y es que la vida nunca más será la misma.
Afrontar el duelo por la muerte por suicido no es sencillo, y acostumbra a comportar una alud de emociones y sentimientos intensa, opresiva, difícil de entender y, a veces, de gestionar.
El dolor
El duelo es una experiencia universal. Es una respuesta humana adaptativa a la pérdida de alguien, a quien amábamos y valorábamos. Casi siempre, es una experiencia vital muy dura, pero en particular el dolor por la pérdida por suicidio es muy intenso y en la mayoría de los casos difícil de elaborar.
Las personas supervivientes nos sentimos totalmente abrumadas por la intensidad de nuestros sentimientos: ira, culpa, confusión, tristeza, angustia. Algunas personas tenemos la sensación de “perder el control”. Esta sensación es por el dolor tan intenso que afecta a todo nuestro ser y nos deja con ese sentimiento de estar fuera de control.
El sentimiento quizás más devastador es el pensar “cómo puede haber sido posible que haya sido capaz de hacerlo”. Este pensamiento nos produce una sensación de incredulidad, de vivir como en una intensa irrealidad, nos parece mentira que estemos viviendo este final tan inesperado. El final más trágico imaginable para esa persona a la que hemos querido y cuidado.
Este sentimiento se vive igualmente aunque, en algunos casos, se haya planteado la posibilidad de que sería posible que ocurriera.
Convivir con el duelo por suicidio
- Lo que el superviviente necesita es tu presencia a su lado y escucha incondicional.
- Ofrece tu apoyo sin emitir juicios ni opiniones.
- Acepta su conducta y permite que exprese sus sentimientos de culpa, enfado, rabia y pena.
En muchas ocasiones, nos angustiamos ante el sufrimiento de otra persona e intentamos que se tranquilice y deje de expresarlo y sentirlo con frases como “anímate, no llores más”, cuando en realidad, vivenciar el dolor es lo que ayudará a la persona a transitar el duelo adecuadamente.
Ten paciencia y deja que explique, tantas veces como lo necesite, la historia, sin interrumpirle. Utiliza el nombre del ser querido en lugar de «él» o «ella». Esto humaniza la persona fallecida y resulta más reconfortante para el/la superviviente.
El duelo es individual y diferente en cada persona. La ayuda profesional puede ser útil para algunas personas.
Otras personas supervivientes encuentran ayuda en asistir a reuniones de grupos de soporte con personas en duelo. En estos grupos se comparte abiertamente la experiencia y los sentimientos con personas supervivientes, sin ninguna presión, ni a ser juzgado/a, sin miedo, ni vergüenza.
Ninguna vida está cerrada cuando hay alguien que la recuerda."